miércoles, 3 de febrero de 2010

El beso imaginario


Hace unos cuantos años, leyendo El Mundo, encontré un artículo diferente. No era un artículo que hablara de política, ni de economía... Era un articulo que hablaba de sentimientos. De el amor de un padre a su hija y al revés. Cuando acabé de leerlo cogí unas tijeras, lo recorté y lo guardé. Hoy lo quiero compartir con vosotros.

CARMEN RIGALT

El beso imaginario


Desde que tengo correo electrónico me paso la vida llamando a la puerta de mi servidor para ver si tengo cartas. Como mucha otra gente, hace tiempo que dejé de suspirar por el cartero, que sólo trae correspondencia bancaria e inútiles invitaciones a sacarme de casa. Las epístolas jugosas siempre llegan a través de la Red. Es un decir lo de jugosas. Porque últimamente el correo electrónico también empieza a contaminarse de morralla.

No hay día que no reciba algún e-mail de esos que vienen en cadena y cuyo mensaje urge repartir entre otras personas para que a su vez lo manden a terceras. He firmado manifiestos contra Pinochet, contra el régimen talibán, contra Hugo Chávez y contra medio mundo. También he recibido juegos que van preñaditos de virus y que el día menos pensado me dejarán el ordenador en blanco (toco madera: quiero terminar el artículo). Esta mañana, sin embargo, una amiga colombiana me ha enviado un curioso cuento. Trata de una niña que sufrió un desaire de su padre porque derrochó papel satinado envolviendo una caja de Navidad. Con la bronca aún reciente, la niña tomó la caja entre sus manos y se la llevó al progenitor diciendo: «Es para ti, papito». Sintióse avergonzado el papito (el diminutivo no me lo invento para suavizar la imagen del ogro: viene así en el e-mail) y abrió el regalo con emoción contenida. Pero la caja estaba vacía y el hombre volvió a sufrir un ataque de ira. La pequeña volteó (sic) hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo: «Papito, no está vacía. Yo soplé muchos besos para ti adentro de la caja». El padre abrazó a la hija y le pidió perdón.

Desde aquel día, el hombre llamado papito guarda la caja cerca de su cama y siempre que se siente derrumbado, toma de ella un beso imaginario. El cuento termina ahí. La moraleja está implícita: nos recuerda que el amor es el tesoro más preciado. Y ahora, si no les importa, hagan ustedes el favor de sonreír.

Como el amor me mosquea sobremanera, nada más leer el cuento he dirigido el dedo índice hacia la casilla «eliminar». Pero hete aquí que del e-mail ha surgido entonces una poderosa advertencia: «Tienes dos opciones: 1) enviar el cuento a tus amigos. 2) borrarlo y actuar como si no hubiera tocado tu corazón». Ya me tienen pues enviando el cuento a los cuatro vientos. Así evito, de paso, escribir un artículo sobre los papitos de la campaña.

2 comentarios:

Anita dijo...

Haces bien Angel en compartir lo q ha tocado tu corazón,es de buena gente hacer lo q tu haces.Seguro q no siempre serán entradas del agrado de la persona q lea lo q tu escribes, pero de todo hay q sacar provecho,ese es el desafio q te tocará de ahora en más.!!!!Gracias por tan hermoso relato.

Anónimo dijo...

Que cosas mas bonitas guardas en tu corazón Angel, como se nota que tienes un corazón zenzible y que vas repartiendo amor por el mundo, puedo ver en tu corazón que eres de esas personas que se entregan del todo......Corazón.

Saludos.